Andres Felipe Angel
2508507
Tomando como punto de partida el
haber nacido en el año de 1973, en una ciudad de México devastada socialmente,
el documentalista Antonino Isordia, toma la historia de tres personajes con tantos
puntos en común como características heterogéneas; Rodolfo, María Fernanda y
Alejandro; un estudiante rebelde, una suicida y un parricida; o como podría
catalogarlos Foucault: tres anormales; tres monstruos.
En el inicio del film, Isordia
nos presenta a los personajes con las marcaciones del claquetista, alternando
imágenes en un blanco y negro altamente contrastado, inconexa y con cortes rápidos
y notorios. Corte, corte, corte y corte a: el primer título acompañado de los
acordes tristes de una guitarra. Y vamos al primer dato que nos revela: el
nombre del primer personaje. A medida que se nos presenta el discurso del
primer personaje el montaje de imágenes en distintos formatos y velocidades nos
revela que no es solo un documental sobre él. Las imágenes de la ciudad en
movimiento, de una puesta de sol, de ciudadanos peligrosos, montadas
matemáticamente al ritmo de su relato nos revelan que es una historia sobre un
grupo más grande, toda una generación, quizás toda una ciudad. Entonces vienen
los relatos paralelos de sus familiares que construyen al personaje con varios
puntos de vista que se conectan entre si y son ejemplificados por material de
archivo que nos lleva al pasado y que solidifica su condición primero como
persona del común. Es curioso ver en el documental el uso de puntuaciones poco
convencionales como lo que podríamos denominar un paréntesis. Por ejemplo,
mientras su padre comenta lo duro de la situación en un aquel entonces, una
secuencia de planos a velocidad acelerada muestran una caja registradora, mucha
gente en un supermercado y patas de pollo empaquetadas, para luego volver a los
personajes.
Tras hacer un breve recorrido por
varias partes irrelevantes de su vida con el acelerado ritmo que da el relato
del personaje llegamos al primer respiro; su primer gran decepción. La música
de piano empieza y acompaña una secuencia de imágenes que ejemplifican el viaje
triste del personaje regresando al lugar de donde escapan los que salen
adelante, imágenes muy recursivas dado que no pertenecen al momento, pero que
gracias a la expresión constante de los pasajeros tristes y aburridos, dan a
entender lo que debía significar, una vez mas no para el individuo sino para el
grupo. De manera similar se construye toda la primera parte de la película,
cuyo montaje constituye la parte más importante, siendo por medio de este que
la historia se cuenta a un ritmo determinado, haciendo las pausas necesarias y
las acotaciones y ramificaciones que generan la empatía con el personaje.
Pasa lo mismo con la siguiente
parte; el personaje número dos. Se mantiene la estética contrastada y frívola
de la primera parte y se mantendrá durante la tercera. Los personajes poco a
poco construyen con su relato su carácter. Con cada acción del pasado se puede
agregar una ficha más a lo que nosotros como espectadores definiremos como lo
que son y lo que justificara lo que hacen. El montaje paralelo de los relatos
alternos de familiares aquí también tiene lugar y cuentan las anécdotas desde
todos los puntos de vista. Unos hablan con lágrimas y otros con rencor, todos
crean la ambigüedad sobre lo que estuvo bien o lo que pudo haber estado mejor.
Es en la tercera parte en la que
llega el primer punto de inflexión. A pesar de estar estructurado de manera
similar, el espectador se da cuenta cual es el juego del realizador. Alejandro,
nos cuenta su historia haciendo que todos se compadezcan de la falta de cariño
por parte de sus padres, a causa de los nuevos integrantes de su familia. Vemos
a una mujer mayor decir una serie de cosas ambiguas que sirven como soporte
para sustentar la historia de Alejandro. Entonces se piensa que Alejandro es la
víctima y sus padres dos seres insensibles, pero he aquí cuando se nos revela
al tercer monstruo. Alejandro confiesa que ha mentido y retoma el relato, a la
par que el relato de la mujer empieza a tener forma. Entonces nos enteramos de
que ella es su tía testigo del parricidio que cometió este tercer personaje,
entonces se pone en duda la moral de este y la información de toda la película,
pues es aquí cuando nos enteramos que su discurso esta cuidadosamente pensado
para con la información crear ideas, derribarlas, deformarlas, jugar con ellas
hasta al final dar por completo la historia. Prueba de esto es la conclusión de
cada una de las historias en las que se revelan cosas que los valores de cuadro
no nos contaban o la organización de los relatos nos escondía. María Fernanda estaba
en una silla de ruedas producto de su intento de suicidio y Rodolfo y Alejandro daban su relato desde la cárcel.
Se podría concluir que esta es
una película relevante por el uso de la técnica en cohesión con el uso de la
narrativa, siendo estas dos complementarias y totalmente expresivas. Son el
blanco y negro contrastado, el montaje rápido y paralelo de materiales en
distintos formatos y las alteraciones de velocidades lo que dan a la película un
carácter frívolo, expresivo y fresco, acorde a la temática tratada. Son las
puntuaciones de paréntesis o las pausas melancólicas y la estética de collage
lo que llevan al espectador por una narración dinámica que expresan la ambigüedad
de cada uno de los temas puestos en tela de juicio. Son el titulo y las imágenes
de ciudad de México lo que la convierten en una obra no de personajes sino un
tanto más universal. Y es en general en el cómo se maneja la información, que
se crea el punto de interés para lograr sostener durante este tiempo lo que constituía
la historia. Son en conjunto estos elementos lo que hacen de esta película una
obra valiosa e intrigante.
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