El hombre de la cámara

El hombre de la cámara
Fotograma del filme de Dziga Vertov, El hombre de la cámara (1929)

viernes, 29 de mayo de 2015

"Crónica De Un Verano" de Rouch y Morin

Daniel Leonardo Mancilla Baéz
Cod: 2508480


Era en la treinta y tres aba edición del festival de cine de Cannes. La pequeña ciudad de la consta azul francesa se preparaba en plena primavera (del 4 al 20 de mayo) de aquel primer año de la década de los 60’s para la llagada de las veintinueve películas en selección oficial. El 20 de mayo se premió con la palma de oro a una película italiana que pasaría a la historia del cine como una de las más importantes fabulas morales que ha sido contada. “La Dolce Vita” de Federico Fellini dio su primera exhibición en este festival en los teatros donde también lo hicieron “La Aventura” de Michelangelo Antonioni, “La Joven” de Luis Buñuel y “La Doncella Del Manantial” de Ingmar Bergman. Si hay que resaltar algo de este festival; que años más tarde sería reconocido unánimemente en la comunidad cinematográfica internacional como el festival de cine más importante del mundo, es que el género documental no suele ser muy reconocido.

Pocas películas al año pasan por las salas en los días de festival. Solo dos películas documentales han ganado la palma de oro. La primera en 1956 “El Mundo Del Silencio” de Jacques Cousteau y el joven Louis Malle; el reconocido científico y explorado Cousteau explora pro primera vez en la historia del cine las profundidades del mar y construye junto con el joven cineasta (Quien luego sería uno de los directores más reconocidos del cine francés a nivel mundial) Louis Malle, uno de los documentales de exploración que cambiaría para siempre la manera de observar el mundo. Tuvieron que pasar cuarenta y ocho años para que el controvertido documentalista estadounidense Michael Moore volviera a darle un palma al género documental con “Fahrenheit 9/11” en 2004. La mordaz crítica construida a manera de sátira política sobre las relaciones entre la familia Bush y la familia Bin Laden y como esto desemboco el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 sería el segundo palmar al cine documental frente a otras sesenta y seis palmas de oro concebidas al cine de ficción.

Pero no solo la inolvidable película de Fellini, crítica moral a los placeres excesos de la vida en occidente cambiaría la manera de hacer crítica moral usando la cámara de cine, un pequeño trabajo, también exhibido en esta edición del festival mostraría otra forma de exponer y hacer este tipo de crítica social de otro modo, observando desde la realidad, desde el documental.

En plena primavera en la costa azul, “Crónica de un verano” de unos debutantes cineastas de nombres Jean Rouch y Edgar Morin se estrenaba fuera de competición, de manera discreta con pocas exhibiciones en los días de festival, sin importar lo pequeño que parecía ser por producción, o lo subestimado que hubiese sido por ser un documental independiente, Crónica de un verano fue la gran revelación de aquel edición del festival.

Rouch, quien tenía 43 años y pasadas varias experiencias con corto-documentales realizó un documental junto con el sociólogo de 39 años Edgar Morin, como su título lo dice fue realizado en un verano, el de 1959 haciendo un seguimiento de varios personajes de la sociedad parisina del momento. Ambos, desde un punto de vista antropológico, realizan una exploración entrando en la vida de estos personajes, todos marginados de la sociedad francesa. Obreros de una fábrica, personas de color llegadas de áfrica, sobretodo de la piedra en el zapato de la república francesa, Argelia, con quien estaba luchado una sangrienta guerra, una sobreviviente del holocausto judío y una serie de trabajadores de oficios menores desfilan por este mosaico de personajes que inauguraría el que pasaría a ser denominado como el “Cinema Vérité”  o cine de realidad.

Documentales que siguiendo la clasificación del teórico Bill Nichols, son de tipo expresivo y observacional. Para el caso de Crónica de un verano no tiene muchas características de observacional, solo en algunas secuencias en las que se hacen largos seguimientos de personaje, este vendría siendo un documental mayormente expresivo, desde su puesta en cuadro con planos generales de conversaciones entre los personajes, hasta entrevistas intimas en la que Rouch y Morin buscaban que los personajes compartieran buena parte de su visión del mundo y su actitud ante los dramas de sus vidas, ambos documentalistas intentaron hacer evidente el uso de la cámara y de ellos como realizadores, cosa que contradice a la puesta en cuadro de los documentales hijos del cine vérité: El direct cinema cuyo mayor exponente es Friederick Wiseman y el free cinema británico de Lindsay Anderson y Karel Reisz entre otros, en los que se busca no hacer evidente la presencia de la cámara y del realizador.

La también fábula moral de Rouch y Morine, que parece ser un experimento que rindió tan buenos frutos que continuo convirtiéndose en toda una escuela de documental. Además de ser una encuesta sociológica, Rouch y Morin plantean en crónica de un verano una reflexión muy similar a la llevada a cabo por la Nouvelle Vague. A lo largo de la película en la que los directores recogieron el día a día cotidiano de París, se puede apreciar como la reflexión entre los hombres y su tiempo está muy vinculada a la relación del hombre con el cine. Al final de la cinta, los directores recogen el momento en el que exhiben el material rodado ante sus protagonistas, los cuales ofrecen sus puntos de vista acerca de lo que han visto. 

Justamente esto es lo que terminaría por hacer de la obra cumbre del cinema vérité lo que es hoy en día, su bien logrado final. Morin y Rouch construyen todo un discurso de la realidad y al final enfrentan la realidad grabada y editada con la realidad en su estado natural. Las opiniones de los personajes sobre la documentación de ellos mismo resulto en una característica de la puesta en cuadro de la vida real replicada en múltiples veces en los años venideros.

Se podría decir que este final es toda una “puesta en abismo” tal como la de la palma de oro del mismo año “La Dolce Vita” cuyo final expone que el personaje principal está en busca de inspiración para su próxima novela y encuentra la inspiración en todo lo que ha pasado en la película, es la obra que hemos terminado de ver la que este personaje relatará en su próxima obra. La puesta en abismo significo para Fellini un lugar entre los 10 mejores directores de la historia  (Cabe decir que la puesta en abismo mejor lograda es la acontecida en el final de 8 ½ tres años después).

Ambas fabulas morales de 1960 tiene finales parecidos pero distinciones temáticas y de género. La obra de ficción de Fellini se llevó todos los aplausos, y de manera más discreta, el documental vanguardista de Rouch y Morin logró también un lugar en la historia y ha influido y sigue influyendo en todos los documentales que trabajan desde un punto de vista antropológico y sociológico.



El experimento de documental como cine de realidad, el conocido Cinema Vérité nos deja a manera de reflexión una análisis sobre nuestra posición en la sociedad, nuestro significado como individuos y nuestra manera de observar el mundo como realizadores. Es una master class sobre ética de relato real que no obtuvo distribución en aquel festival de Cannes de 1960 y que fue estrenada en 1961 y reivindicada por los círculos de intelectuales, teóricos y cinéfilos como un documental para pensar, como una vanguardia del cine que justamente trata de observar lo que se propone; al realidad, y  sobretodo es crítica a la sociedad hecha a manera de fábula sobre la moralidad.

1 comentario:

  1. El comentario presenta un contexto y descripción detallada de lo que significó la presentación del documental en Cannes y del origen de sus realizadores, plantea una interesante reflexión sobre su significado. Faltó referencias bibliográficas. El texto es agradable de leer

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