El hombre de la cámara

El hombre de la cámara
Fotograma del filme de Dziga Vertov, El hombre de la cámara (1929)

lunes, 22 de junio de 2015

La realidad en Nanook

El autor Jean Baudrillard plantea en su obra Cultura y Simulacro, el caso del grupo humano de los Tasaday, nativos de una isla de las Filipinas, quienes nunca habían tenido contacto con cualquier otro miembro de la especie humana. El gobierno de este país decretó prohibido cualquier tipo de acercamiento a este grupo, incluyendo el de índole científica. Dicha medida fue propuesta por los mismos etnólogos, quienes observaban cómo la relación con la civilización occidental, más allá de la adopción de formas de tecnología por parte de estos grupos étnicos, generaba una desaparición paulatina de rasgos culturales en estos grupos y a su vez la adopción de muchos de los nuestros. Independientemente se tratase de una relación colonial y subyugadora, o de simple estudio, la más mínima comunicación con el gran constructo de nuestra civilización era un sentencia de muerte para estas culturas tal y como eran. Esta muerte era dada por el cambio, los Tasaday ya no serían los Tasaday de los días anteriores a relacionarse con occidente.

La cultura occidental se caracteriza por la absorbencia de otras culturas circundantes. Las engullimos muchas veces de manera no premeditada. Un dispar intercambio cultural: Ellos terminan ya sea integrándose en nuestra sociedad o adoptando formas nuestras, y nosotros guardamos registros antropológicos de lo que solían ser antes de entablar contacto.

Como si se tratase de un fenómeno de la física cuántica, en el momento en que queremos observarlos, desaparecen. No de una manera abrupta como el gato de Schrödinger, medio vivo y medio muerto dentro de la caja y fuera del alcance de nuestra vista, cuya situación se concreta solo al instante de abrir la misma y observar al animal. Sino de manera gradual, dejándonos solo un ligero esbozo de lo que eran hasta relacionarse con nosotros. 

Lo anterior no es más que el reflejo de la consecuencia del estudio de un objeto que hace parte de nuestro mismo género, la humanidad. Indudablemente nuestra interacción con las demás personas no es igual a nuestra relación con otras formas de vida y demás fenómenos naturales. Somos más propensos a modificarnos entre iguales. 

En su libro El documental - Historia y Estilo, Eric Barnouw nos narra como el explorador Robert Flaherty se convierte en uno de los primeros documentalistas de la historia, tras sentir la necesidad de dar un orden a aquellas imágenes que filmaba en sus viajes. Rueda entonces entre 1920 y 1921 su película Nanook, donde nos muestra la vida de un jefe esquimal y la de su tribu. Un documental con claro tema antropológico. Pretende reflejar un modo de vida diferente, basado en una concepción invertida del propio concepto del “hombre civilizado”. Mediante la imagen del “hombre primitivo”.

En la mitología de los Itivimuit (La tribu de Nanook), el Nanook era un oso polar sobrenatural que reinaba sobre los demás de su especie, y que juzgaba si los cazadores eran dignos de que sus cacerías fuesen exitosas o si merecían algún castigo por sus actos. En su obra, Flaherty otorga este imponente nombre y el papel titular en la historia al líder de la tribu. Con este bautismo se le atribuye un aspecto heróico, el primero de los síntomas narrativos en la obra. Podemos observar también en este film como está constante la acción. Nunca hay pausas reflexivas sino una serie de hechos que respetan un orden cronológico. Dentro de estas acciones encontramos a su vez, secuencias de suspenso (La caza del pez), cómicas (Nanook mordiendo los discos de vinilo) y momentos dramáticos (Los lobos de la tribu enseñando los dientes y peleándose por un trozo de carne). Todo esto minuciosamente dispuesto de manera en que la obra tuviese un leve esbozo de la estructura de ficción que le aportara un cuerpo rítmico.

Pero aquel elemento relativo a la ficción más importante en Nanook, es que era la recreación de las costumbres y modo de vida interpretada por una tribu hermana de los originales Itivimuit, quienes se extinguieron antes de entablar relaciones con el hombre blanco. A diferencia de los Tasaday de Filipinas y la tribu de los Itivimuit, los esquimales que conoció Flaherty, ya habían tenido comunicación con occidente desde hace mucho. Varios de los hechos mostrados en la película eran en realidad parte del antiguo modus vivendi esquimal. Desde su interacción con la cultura occidental, los esquimales ya no cazaban con arpones, como en la célebre escena de la morsa, sino con armas de fuego. Flaherty lo sabía perfectamente, su intención no era mostrar a los esquimales con escopetas y demás parafernalia occidental, él quería mostrar a los esquimales originales. Fue esto mismo lo que generó tal éxito a su documental, el hecho de que saciaba aquella sed de los espectadores de ver una cultura distinta y primitiva en plena pugna contra la naturaleza, en plena naturalidad. Naturalidad entendida como la no influencia del mundo occidental. Pero para lograr esta naturalidad, el realizador sacrifica el ahora estado natural de los esquimales, para mostrarnos su estado natural anterior. 

La materia prima del cine es lo real. Lo real bajo la acepción de la dimensión externa a la experiencia, lo inalterable, en oposición al concepto de la realidad, basada en la percepción sensorial individual. Según esto, el autor en el cine capta una porción de lo real y le da una forma determinada, de acuerdo a su realidad, ya sea mediante tiros de cámara, iluminación, montaje y todos aquellos aspectos en los que tenemos licencia. En el género de la ficción este poder de decisión sobre esos detalles es empleado para la creación de diégesis esféricas, pequeños universos con una serie de lógicas internas, basados en el nuestro. Tierra fértil para las historias, las cuales requieren de un mundo estructurado en el cual desarrollarse, en este caso, con un cuerpo audiovisual. Por su parte, el documental procura dejar a un lado esta facultad de manipular las condiciones para crear un universo, para así conservar el objeto documentado intacto en su estado real, y con esto procurar retratarlo de la manera más prístina posible. Así pues, el documental no pretende crear un universo, sino captar el nuestro. A pesar de lo anterior en el documental siguen habiendo decisiones estéticas a tomar. El realizador no filma su objeto desde todos los ángulos posibles y no nos muestra todo el tiempo en el que estuvo haciéndolo. El realizador decide que grabar, desde dónde hacerlo y que preguntar. Se traza entonces un objetivo, se focaliza en una idea puntual a trasmitir respecto a su objeto documentado. El documentalista forja un discurso a partir de su punto de vista. 

De esta manera vemos en Nanook, la intención de Flaherty no de mostrar lo Real respecto a los esquimales, sino la Realidad generada por ellos a él. No falsa, sino subjetiva. Aquella línea que divide los universos creados de la ficción y el mundo retratado “tal como es” del documental, es una línea invisible.

Filmografía

 • Nanook el Esquimal. Robert Flaherty. 1922

 Bibliografía 

• El documental - Historia y Estilo, Barnouw Eric. Gedisa, 1996

• Cultura y Simulacro, Baudrillard Jean. Kairós, 1978 

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